El primer y gran amor no se olvida. Llega sin pedir permiso, con la fuerza de lo que es nuevo y la ternura de lo que nace puro. Es una mezcla de nervios y magia, de miradas que tiemblan, de manos que se rozan por primera vez y hacen que el corazón se dispare como si no conociera la calma. El primer amor no entiende de lógica. Se mete en la piel, en los sueños, en los planes de futuro. Todo empieza a girar alrededor de esa persona: su risa se vuelve melodía, su nombre, oración silenciosa.
Es el amor de las primeras veces: primer “te quiero”, primer beso con los ojos cerrados, primer abrazo donde el mundo desaparece, primeras promesas dichas con la ingenuidad más sincera.
A veces es correspondido. A veces duele. Pero siempre transforma.
Porque el primer amor enseña lo que es entregarse sin miedo, amar sin cálculo, vivir el presente como si fuera eterno. Es un recuerdo que el tiempo no borra, aunque vengan otros amores, aunque la vida cambie de rumbo. Porque fue el inicio, la chispa, la llama que encendió el alma por primera vez.
Y si además fue el gran amor… ese que marcó un antes y un después, que dejó huella profunda y limpia, entonces no solo se recuerda: se lleva. Siempre. Como un faro en la memoria, como un nombre que nunca se dice en voz alta, pero que vibra en el corazón cada vez que amanece, y ese “primer todo” vuelve a pasar, aunque solo sea en el recuerdo.
A lo mejor no lloro, pero duele.
A lo mejor no digo, pero siento.
A lo mejor no demuestro, pero si que me importa.
A lo mejor estoy distante, pero nunca ausente.
Solamente uno sabe lo que pasó, lo que sintió, lo que creyó, y lo que vivió.
No juzguemos por las apariencias.
Miremos al corazón.
Ya que cada uno sabe de su renuncia y de su dolor.
A veces, en el silencio de la noche, cuando todo parece estar en calma, cierro los ojos y te encuentro: en un gesto, en una canción, en ese aroma que me recuerda a ti sin razón.
No sé si el amor tiene fronteras entre este mundo y el otro, pero si puedes escucharme, quiero que sepas que aún te nombro en voz baja, que aún sonrío al recordarte, aunque duela.
El tiempo no borra, solo enseña a llevarlo. Y yo llevo tu recuerdo como un tesoro escondido, como un faro que ilumina mis días grises. Ojalá allá donde estés, sientas el eco de este amor que nunca tuvo final, solo una pausa en el camino.
Hasta siempre, hasta donde el alma te alcance. Con todo lo que fui contigo,
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Con tu frente en mi frente, con tu boca en mi boca, atados nuestros cuerpos al amor que nos quema, deja que el viento pase sin que pueda llevarme.
PABLO NERUDA